Llegamos a Callao, y en taxi escapamos a Lima, está a unos 20min por la autovía de la costa verde. Nos dejó en la puerta del apartamento de Rb&b en la calle Las Dalias de Miraflores, en Lima. A mí me parecía estar en Miami, más que en Lima. Casinos, hoteles de lujo, restaurantes de diseño, calles limpísimas, jardines, fuentes… Alquilamos el apartamento por 25$ cada uno los cuatro días; éramos Ian, Keiko, Jewels, Cilla, Chris y yo. Fuimos a comer y después con Samu, el amigo peruano de Chris paseamos al mercado del barrio más al norte de Miraflores. Es un barrio popular, que ya tenía un sabor más real y menos de anuncio de televisión. Compramos fruta pa’ enterrarnos, y cada uno compró ingredientes para preparar un plato estos días. Yo compré papas, huevos y aceite de oliva para hacer la tortilla de patatas. Volvimos a casa y ya sólo hicimos cosas tan normales y que echábamos tanto de menos como hacer la siesta en el sofá con la tele encendida sin hacerle caso. Hacer viajes a la nevera y elegir lo que quieres picotear, sin que venga troceado y racionado en un cuenco. Conectarte a internet sin tener que pagar 22euros la hora. Tender una lavadora en el terrao. Nosotros, gatos de los mares del sur, ahora, en Lima somos peces de ciudad. Qué bueno poder volver a disfrutar de la cotidianeidad! Nos encantó volver a disfrutar de esas pequeñas cosas de la rutina del día a día. Por la noche Chris preparó 3 sopas para cenar (una de quinoa, otra de coco y otra de verduras) y de pronto fue como si viviéramos allí toda la vida. Sonó el timbre y empezaron a llegar las visitas. Llegó Joe (mi compi de habitación) y Kay (una compañera traductora) acompañados de Renzo, un chaval que habían conocido esa tarde en un parque mientras hacía slack line. Al rato Montse y un amigo mexicano de la universidad, que a su vez venía con dos amigas argentinas. Todos cenamos sopa, y después Renzo improvisó unas rimas. Salimos a tomar unos pisco sours por la zona del parque Kennedy y estuvimos charlando con gente que conocimos todo el tiempo. Al día siguiente salimos a correr por el malecón de Miraflores y después fuimos de paseo a Barranco, el barrio bohemio de Lima. De camino nos topamos con el Museo de Arte Contemporáneo de Lima y entramos. Había una muestra de fotos de LaChapelle. En Barranco fuimos a comer al restaurante de una amiga de una amiga de Chris. El lugar al que fuimos se llama Local, y es una cafetería, tienda de ropa de segunda mano y restaurante vegetariano- ecológico en una casona colonial. Comimos probablemente mejor que en ningún otro lugar en el viaje. Papas a la huancaína, ensalada de quinoa, pollo al comino, hamburguesas de lentejas y manzanilla con miel y limón para beber. Después fuimos en taxi a Pueblo Libre, el barrio donde había quedado con Ingrid, una compañera peruana de Jarit (Ruzafa). El taxista nos puso un CD de poemas musicalizados de Nicomé. Ingrid y Raquel estudiaron en la UJI el máster de estudios para la Paz con Eloísa, también profesora mía en la carrera. Y las dos, después de vivir en Valencia y Castellón viven y trabajan en su Lima natal en ONGs. Nos llevaron a una bodega típica del barrio y estuvimos bebiendo vino, pisco sour y comiendo tapas mientras charlábamos. Nos despedimos de Raquel, que al día siguiente iba a la selva a dar un cursillo a una comunidad indígena sobre resolución de conflictos. Con Ingrid quedé para volver a vernos. Al día siguiente cada uno hizo su marcha. Yo me fui a visitar el centro histórico de Lima. Ignoraba que el centro fuera tan grande y estuviera tan bien cuidado. Palacio, casonas, la catedral, conventos, iglesias. En la comida compartí mesa en un bar de menú con un hombre del norte que había trabajado seis años, casualmente, en un barco mercante. Comí papas a la huancaína y seco a la norteña (carne). Después de visitar los monumentos, alguna exposición y pasear, a eso de las 17h llegué a la plaza San Martín, y allí me encontré con dos grupos de debate de trabajadores. Me acerqué y estuve charlando un rato con algunos de ellos. Me quedé un rato sentado, dibujando, viendo a la gente pasar, y al rato ya llegó Ingrid. Paseamos por algunas calles donde hay grafitis y después fuimos al bar del hotel de la plaza San Martín a tomarnos el que según dicen, es el mejor pisco sour d Lima. Por cierto, este hotel desde hace años es una cooperativa de trabajadores, como los casos de Buenos Aires que me contaba María de empresas recuperadas por trabajadores. Además, en ese hotel Joaquín Sabina compuso el tema ‘peces de ciudad’. De vuelta a casa, teníamos visita de otros compañeros (Akino, Satoko, Kristin, Remco, Moe y Kenta). Había un montón de comida y bebida. A la mañana siguiente fui al Museo de la Nación, en el mismo edificio que el Ministerio de Cultura, que me recordaba a los edificios del Southwalk de Londres, a ver la exposición: ‘Yuyanapaq, para recordar’ (quechua, español). Es una muestra de fotoperiodismo de los años del terrorismo en Perú. Del 80 al 2000. De cómo las ideas de Sendero Luminoso tiñeron de sangre de indígenas los campos peruanos, y en Lima, sin saber nada. Hasta que los regueros de sangre les mojaron los camales. Después llegó la dictadura de Fujimori, y ahora de nuevo un gobierno democrático. A la vuelta el taxista me preguntaba por España, yo le dije que estaba bien jodida. En casa cociné la tortilla de patata, hicimos las mochilas y para Callao en un sueño colectivo. Nada más llegar me eché a dormir la siesta. Al rato venga sonar el teléfono y yo entre mí pensaba ‘qué pesaos, que me dejen estar’. Luego, al final la puerta. Abrí, y estaba Remco y Eiko y me dicen “Carlos, el barco no se puede ir hasta que no devuelvas el pasaporte en recepción”. Liada: se me olvidó devolver el pasaporte antes de las 18h, y eso que llegamos a las 16’30, pero me fui a dormir. Eran las 19h, y los de inmigración tienen que poner los cuños de salida del país, luego se bajan del barco, y después zarpamos. Pero faltaba mi pasaporte. Normalmente no sacamos los pasaportes, pero como esta vez eran cuatro días. Por eso se me olvidó. No sé si es que no era para tanto, o no era el único, o ya se han acostumbradoa mi reloj relativo, pero no me han regañao ni penalizado.
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Llegamos a la costa de la ciudad el día 21 a las 15h, pero no atracamos hasta el 22 temprano. Aquí tuve la segunda de las excursiones-intercambio que PB nos ofrece gratis a los voluntarios (esta costaba 100$). La primera que hice fue en isla Mauricio. Fuimos con el autobús a Viña del Mar, la ciudad pegadita a Valpa, pero antes querían visitar dos lugares turísticos de Valpa, así que como a los borregos nos descargaron 15min en la plaza Sotomayor y 10 minutos en el mirador de Cerro Concepción. Qué sensación tan mala la de ser parte del ganado que va detrás del guía con paraguas en una calle rodeado de chiringuitos de souvenirs. Una vez los japoneses saciaron su hambre de consumir lugares turísticos y se hicieron 200 fotos, fuimos al jardín botánico nacional en Viña del Mar, allí nos esperaba la comunidad Mapuche de Valparaíso y Viña del Mar. Nos recibieron con música. Después de presentarnos nos sentamos en el césped en semicírculo y ellos nos explicaron la historia del pueblo mapuche. Hablaban español y la intérprete, con el megáfono lo traducía a japonés. Nos hablaron de la época de la colonización, cuando la corona española firmó un tratado de comercio con los mapuches donde respetaban sus territorios (al sur, en la Patagonia). Una vez Chile se independizó, después de la guerra contra Perú y Bolivia por los territorios del norte, el estado envió las tropas al sur para combatir contra los Mapuches por el dominio de los territorios del sur. Y la lucha hoy en día continúa. No una guerra abierta pero igual de sangrante y sucia. De camino a la zona de merenderos en el jardín botánico una abuela me contaba cómo en su pueblo, en el sur, los militares emborracharon a un viejo y después prendieron fuego a su ruca con él dentro para poder expropiarle su terreno. La cesión de terrenos por parte del estado a las multinacionales hidroeléctricas y de explotación minera está haciendo que el territorio mapuche sea cada vez menor y con menos recursos. En teoría la Ley 19253 y el Convenio 169 OIT (un tratado internacional de la ONU) dicen que los territorios indígenas son intocables. Pero es sólo un papel. Mientras unos torraban el pollo y la ternera, hacían ensaladas y ponían la mesa, otros charlaban. Estuve hablando con Ruth, Pilmaiken (golondrina) es su pseudónimo, y Débora. Pilmaiken es poeta, me regaló su libro ‘Espíritu del cielo’. Ella es nacida y crecida en el valle de Pilolcura, en tierra mapuche. Débora es una joven nacida y crecida también en el sur, ha venido a Valpa para estudiar. Me contaban cuánto extrañan sus árboles, sus montañas, sus rucas (casas), su familia. “Aquí [en la ciudad] estamos metidas en un cántaro de cemento”. Débora tiene unas ideas bien claras que expresa con las palabras acertadas. Puedes ver en su mirada la lucha y la esperanza de su pueblo. Es una apasionada de la lucha mapuche. “mientras quede un mapuche vivo, la lucha va a seguir”. Una lucha que no es contra los chilenos, es contra el Estado de Chile. Estuve hablando con ellos hasta las 15h. Qué ventaja hablar español y poder escuchar de primera mano sus testimonios, ideas y sentimientos. El canal séptima visión me hizo luego una entrevista para valorar, como voluntario de PB el encuentro con los Mapuches. Le dije que la lucha por la autodeterminación también me tocaba de cerca aunque a otro nivel, que el encuentro había sido muy enriquecedor y que nunca había visto a los japoneses tan abiertos y creando lazos en tan pocas horas. Ya en Valparaíso, de los cuatro compañeros que fuimos al intercambio, Gustavo y Chris se volvieron a la playa de Viña, e Ian y yo nos fuimos a pasear por Valpa. Teníamos cuatro objetivos: comprar vino, comernos unas empanadas, comprar un libro y beber pisco sour. Menos el libro, que no lo encontré en tres librerías, objetivos cumplidos! Por cierto, que en Valparaíso está’ la muchachada más moderna del hemisferio sur. Por la noche, en el barco puesta en común de nuestras experiencias en Valpa con otros compañeros, y noche de ‘Poetry and wine’. Versos y tragos de vino. Como broche, abrí un sobre al vacío de jamón ibérico que todavía tenía de Madrid. *Del poema ‘Ancestros’ de Pilmaiken, libro de poemas ‘espíritu del cielo’. Por la tarde pasamos por algunos fiordos. El paisaje del estrecho de Magallanes es único. Y es normal que llamen a esta zona el fin del mundo, es que con estas montanas imponentes de roca, las nubes grises, el hielo azul de los fiordos y las aguas oscuras, este lugar no podría ser otra cosa más que el fin del mundo. Estos tres días después de Ushuaia no tenemos clases porque estamos todo el tiempo pasando por paisajes espectaculares de montañas, fiordos y glaciares. Así que las tres palabras para definir estos días son: fotos, viento y vino caliente. Han sido tres días de vacaciones en el crucero de verdad Hemos hecho el evento de los abrazos gratis, el abrazo gigante del ‘cinnemon roll’ (rollo de canela) y una charla de cómo abrazar y cómo no (culturalmente ellos no se abrazan). Fue divertidísimo ensenar a los japoneses a dar un abrazo de verdad. También ensayamos un grupo de seis compañeros para cantar a polifonía. Vemos películas casi todas las tardes mientras bebemos vino en la habitación de Alda. También he asistido a las conferencias de los nuevos Mizuan. Son japoneses que viven en América Latina y hablan todos español muy bien. Esta vez tenemos a la presidenta de los NIKKE de América Latina. Nikke son los japoneses que emigraron tras la segunda guerra mundial. Esta el profesor de guitarra de 8 cuerdas del conservatorio de Quito (por cierto que estudio en el conservatorio de Alicante en los años 70). Un fotógrafo especializado en culturas prehispánicas. También ayer y hoy hemos celebrado el día de La Tierra, han montado un punto de intercambio de cosas, proyección de documentales, posters y actividades hechas por los pasajeros. Después de Valparaíso organizaremos el día del español, del inglés, de los deportes, de la poesía… Como cada mañana de puerto subí al piso 9 para desayunar cereales, sándwich de queso, naranjas y café. Al salir del rellano a la cubierta, a través de las ventanas puedo ir viendo fragmentos del paisaje, y ya cuando llego a la cubierta que se llama Panorama se me dibuja la sonrisa en la cara. Cada puerto es diferente, y siempre juego a buscar algún elemento del paisaje que confirme que estamos en Asia, en África o América. Ushuaia nos recibía con sus casitas de colores con tejados a dos aguas y las montañas que abrazaban la última ciudad del planeta. Ushuaia, a parte de un hotel-discoteca en Ibiza, es la ciudad más austral del mundo. Está en la mitad Argentina de la isla de Tierra del Fuego en la Patagonia. Fuimos a la oficina de turismo Cilla, Bjorn, Kristin y yo a darnos de alta en el registro de montañeros de la ciudad para hacer la ruta por el Parque Nacional de la Tierra del Fuego. Compramos algo en el supermercado, sacamos pesos argentinos en el Banco Galicia y fuimos a la plazoleta donde lo microbuses hacen las excursiones. Negociamos por 500 pesos ida y vuelta al inicio de la ruta a La Laguna Esmeralda y el Glaciar Ojos del Albino. Esa es la ruta que desde las 12 a las 19h estuvimos haciendo. El conductor, Richi, es peruano y se vino a Ushuaia por trabajo. Aquí los salarios son más altos porque tienen un plus por adversidades del tiempo. Además la isla es una zona sin impuestos para atraer empresas y familias que perpetúen la continuidad de la vida argentina en la isla. Richi me contaba como Ushuaia solo era una prisión ya en tiempos de la independencia de Argentina, pero con la ocupación británica de las Malvinas (están al lado), el gobierno argentino decidió empezar las repoblación de la isla para evitar que los británicos la ocuparan. Y hoy Ushuaia es una ciudad de unos 120.000 habitantes que vive del turismo de montaña y de una fabrica china o japonés (Richi no sabe seguro) que monta electrodomésticos, móviles y aparatos electrónicos para distribuirlos al resto del país. Me dijo que la gente viene por trabajo pero no aguantan mucho tiempo por el clima tan extremo. Los precios, aunque son sin impuestos son iguales que los de Buenos Aires ya que aquí lo tienen que importar absolutamente todo. Empezamos la ruta y nos acompañó un perro hasta la Laguna Esmeralda. Que se llama así por el color esmeralda de sus aguas. Ese color lo dan las partículas de polvo de roca que están en suspensión en el agua. Seguimos caminando por este paraje hasta llegar al glaciar. Cuanto tiempo sin sentir el crujido de la nieve bajo los pies. A la vuelta caminamos buena parte del tiempo en silencio disfrutando de estos paisajes tan espectaculares. ¡Qué bueno es llenarse la cabeza de montañas! Definitivamente, el poder que tienen las montañas nunca lo tendrá el océano. A las 19 volvimos a Ushuaia y quedamos con otros compañeros para ir a cenar. Fuimos a un restaurante de tenedor libre (bufet libre) que nos recomendó Richi “La Estancia”. Buen vino de la isla y caldereta de marisco. Después nos encontramos con el resto de compañeros en el bar Dublín. Muy divertido poder pasar una noche juntos fuera del barco y sin japoneses alrededor por una vez. Pintas de cerveza y risas entre argentinos, expatriados y turistas montañeros. A dormir al barco, ya que el puerto está en el mismo centro de la ciudad. A la mañana siguiente fui a desayunar a una cafetería de la calle San Martin, café con leche, un croissant relleno de membrillo y wi-fi. Después me compre un libro que se llama “Relatos de la Patagonia originaria. Mitos y leyendas de los Tehuelches y los Mapuches”. Relatos compilados por la asociación La Nube de Buenos Aires, editado por ‘ediciones continente’ (empresa recuperada y gestionada por sus trabajadores) y encuadernado en cooperativa de trabajo La Nueva Unión Ltda. (empresa recuperada y gestionada por sus trabajadores). Es la información que viene en la contraportada. Como me contaba María en Bueno Aires, durante la crisis del corralito los trabajadores fueron los que se unieron y sacaron adelante las fábricas y empresas que sus jefes habían cerrado. Después volví al barco, el Kisan (tiempo de vuelta) era a las 10:30h. Desde la cubierta 11 del barco, Montevideo nos daba la Bienvenida. Pasee por las calles de la ciudad vieja con Joe (mi compañero de habitación). Calles en cuesta nos llevaban a lo alto del barrio desde donde se podían ver las aguas marrones del río de La Plata. El barrio viejo respira historia. Viejos palacetes y caserones coloniales abandonados, desconchados y con plantas silvestres hablan del pasado poderoso de la ciudad vieja. En uno de esos caserones estaba el centro cultural – taller La Vieja Telita. Es un taller de esculturas sonoras. Llegamos a la Plaza principal donde está el edificio de La Presidencia (donde Mujica tendrá) sus reuniones, el teatro Solís que asoma por detrás, algunos hoteles y el que un día fue el edificio más alto de Sudamérica. De esta plaza arranca la gran avenida 18 de julio. Cambiamos dinero a pesos uruguayos en el casino y fuimos a comer al restaurante Danubio, que nos recomendó un señor por la calle. Entrecot, lomo y vino tinto argentino. Después de comer yo me fui a mi aire a pasear por las calles de la ciudad con sus baldosas rotas y las gotas de los aires acondicionados cayendo en las aceras. Visité una exposición de arte contemporáneo en el centro de exposiciones SUBTE. En una de las placitas encontré a tres músicos argentinos (ukelele, guitarra y cajón) que tocaban cumbia. “Como hacemos para subirnos a ese barco!” me decían. Bajé calle abajo en busca del Café Brasilero, un café histórico de la ciudad donde Eduardo Galeano suele ir. Pero estaba cerrado. Seguí el paseo y encontré el Centro de Cultura Española de Montevideo (CCE), el Centro Gallego (primera institución gallega del mundo dice el letrero), pero también estaban cerrados. Llegué al paseo del río donde la gente se bañaba, otros tomaban mate al sol, el ambiente era muy agradable. Había un gran mural, me acerqué a verlo y había una placa que explicaba que ese mural-grafiti lo habían realizado diferentes colectivos de la ciudad, dando vida a esa aburrida pared de un almacén. El hecho de que la acción se llevo a cabo con gente de la ciudad hace que lo sientan suyo y todos respetan ese mural (no hay grafitis encima), además de generar cohesión y dinamismo social. El mural, la legalización de la marihuana en Uruguay y el edificio del centro de diversidad sexual, me hizo pensar que a mayor libertad, diversidad y empoderamiento civil, mas ricaes una sociedad. Al poco de seguir paseando escuchaba una timbalada a lo lejos, me acerqué, entré al patio donde estaban ensayando. Era una comparsa de carnaval: Integración es el nombre de este grupo que es una de las 50 comparsas de la ciudad. En sus timbales tienen pintado el mapa de África que simula el perfil de una mujer y los ritmos son evidentemente de origen africano. Lo músicos de esta comparsa trabajan por la igualdad de la personas independientemente de su color de piel. Quería entrevistar a Héctor, el organizador de la comparsa, pero estaban ensayando y me dijo “vuelve mañana, es que ahora estoy laborando”. Pero mañana yo ya no estaba allí. Ya era hora de volver al barco e irnos hacia la Patagonia. Algunas veces suelo recostar, mi cabeza en el hombro de la luna (09/01/15) Buenos Aires, Argentina11/1/2015 Abrazos en la terminal de pasajeros del puerto de Bueno Aires… ¡María! Fuimos por la calle Florida a cambiar dinero (1$-12pesos). Me parecía estar en la calle preciados de Madrid. Cruzamos la diagonal y me parecía estar en la Vía Laietana de Barcelona. Llegamos a la plaza de mayo. Visitamos por encima la catedral, el cabildo, la casa rosada y lo pañuelos de las madres de mayo pintados en el suelo. De ahí pasamos por el café London, donde Cortázar escribía. Nos tomamos por la zona un Quilmes (la cerveza de Argentina) y unas empanadas. Paseamos por las calles y nos encontramos con ‘el mercado de la resistencia’ y de fondo sonaba Sabina. Ya me sentía como en casa. Qué emoción escuchar a Sabina y saber que la gente que lo está escuchando también lo está sintiendo. Es la primera vez desde que salí en avión de Madrid que estoy en una sociedad donde entiendo todo lo que se dice y cómo s dice, donde puedo hablar sin pensar, escuchar la música y emocionarme y bromear sabiendo como reaccionarán los que escuchan. El mercado se llamaba así porque eran vendedores callejeros que fueron expulsados de las calles por el gobierno d la ciudad. Gracias a su perseverancia consiguieron que el nuevo gobierno local les ceda y pague el alquiler de ese bajo en el centro de la ciudad, y ellos poder vender sus artesanías. De ahí nos despedimos de mis compañeros y me fui con María a descubrir su Buenos Aires. Pasamos por el Congreso, y llegamos a las librerías de la calle Corrientes. Almudena Grandes, Javier Marías, Cortázar y otros autores se mezclaban por las estanterías. María me regaló un libro de César Aira. Me da la impresión de que aquí la gente ama la lectura, se cuidan mucho a sus autores y hay librerías y puestos d libros de segunda mano por muchas calles. De ahí nos fuimos a casa a preparar la comida. Por fin una comida casera, un sofá de casa, ¡todo de casa! Conocí a María José, una de las compañeras de piso María y comimos los tres junticos. Después cogimos las bicis y nos fuimos los dos a dar vueltas por Palermo hasta llegar a los bosques de Palermo, así se llaman los parques de la zona. Me encantó descubrir la ciudad en bici. La bici le da un ritmo a la ciudad muy especial. Pasamos por tiendas de ropa de segunda mano, tiendas de hispters, bares muy modernos. En los parques la gente corriendo, patinando bajo un sol alegre. Volvimos a dejar las bicis y dimos un paseo por el barrio, que tiene unos bares y cafés muy bonitos. Nos tomamos un helado de dulce de leche. Me compré un choripán para cenar en el barco y nos fuimos en subte al obelisco. De ahí un taxi al puerto. Le enseñé el barco a María en 10 minutos y nos abrazamos. Me sentí tan cómodo en Buenos Aires que también quiero volver. Un día. A las 5.30h ya estaba en la cubierta para ver el amanecer en la bahía de Rio de Janeiro. Binka nos lo recomendó. Fue bonito ver salir el sol y como iba dibujando las montanas, y al fondo el cristo sobre el monte corcovado. Nos despedimos de Binka en el barco, ella volvia a su casa en las montanas. Pasamos el día Ian, Chris, Jewels y yo. Como en Mozambique, fue muy divertido inventarme el portugués a través del español. Fuimos en taxi al centro histórico. Las calles empedradas, las casitas de estilo colonial, la gente caminando por las calles. Fuimos al café Colombo, un café de la ‘época colonial que parece sacado de alguna avenida parisina. Es un café de 1894 decorado con espejos gigantes, todo tallado en madera, las mesas de mármol y forja. Y es donde los locales van a tomarse el cafezinho. Después paseamos por el centro, tomamos unos zumos de mango, entramos a algunos mercados e iglesias. Cogimos un taxi y nos fuimos al barrio de Santa Teresa. Un barrio muy bonito por donde pasa el tranvía. Hay muchas tiendas-talleres de artesanos, tiendas de música, cafeterías y bares con estilo. Tomamos una cerveza Colorado y conocimos a una viajera suiza que estaba recorriendo Sudamérica. Hacía calor y ya nos apetecía bajar a la playa. Copacabana: una playa urbana de arena blanca, rodada de montanas con una vegetación exuberante. El paseo marítimo tenía muchos hoteles y bares, como todos los pasos marítimos vaya. Nos compramos unos zumos de assai y unas napolitanas y coxinhas y fuimos a la playa. Las olas eran muy altas y venían con fuerza, la corriente era muy fuerte, así que nos dimos un chapuzón en la orilla y jugamos un poco, pero daba respeto. Esas olas en el Mediterráneo no existen. Nos tomamos unas caiprinhas de fruta de la pasión (están mucho más ricas que las de lima). Qué casualidad que en la playa nos encontramos con otros compañeros del barco. Pasamos la tarde ahí en la playa. Después volvimos a separarnos n los mismos grupos y nosotros fuimos en metro al centro de nuevo. No tomamos una cerveza y decidimos ir hacia el puerto pie explorando el barrio del puerto. Si ya nos había encantado la ciudad, después d conocer este barrio ya no nos queríamos ir. Casitas bajas, muchos bares, calles empedradas. Muy similar al centro, pero sin turistas. Nos sentamos en el bar ‘armazém 04’ de una placita bien chula(Largo São Francisco da Prainha, 4 - Saude, Rio) Tomamos unas empanadas y unas cervezas. Hablamos con los de la mesa de al lado y nos dijeron ‘pasaros ahora por la calle de al lado que vamos a poner música’. Y eso hicimos. Ya falta poco para carnaval, y las comparsas quedan en los bajos para ensayar o reunirse. En la calle, los bajos estaban abiertos y todos servían caipirinhas. Habían puesto música. Un poco más al fondo donde ya empezaban las calles arriba seguía habiendo bajos de casas abiertos, gente en la calle bebiendo, preparándose para bailar y pasarlo bien. Qué pena no haber podido disfrutar de todo eso. Teníamos que volver al barco para irnos ya a Buenos Aires. ¡Espérame Rio que algún día volveré! Pasó la Navidad sin pena ni gloria. En Japón no la celebran, sólo decoran y compran. Vamos, que se quedan con la anécdota. De hecho el día 25 trabajamos.
La Nochevieja tuvo algo más de notoriedad, pero lo que si fue muy interesante fue el Añonuevo. Los japoneses este día lo celebran mucho, desde los primeros rayos del sol. Se levantan para ver el primer amanecer del año. Yo me uní a las 8 a la fiesta del mochi y el sake. Sacaron un bidón grande lleno de sake (licor de arroz) y con mazas rompieron la tapa de madera y empezaron a servir. El mochi es un dulce de arroz. Cuecen una variedad de arroz muy pegajoso que al machacarlo se hace una pasta como un chicle. Luego lo sirven con una salsa d alubias dulces. Es tan pegajoso y consistente a la vez, como un chicle, que a los niños no les dejan comer mochi para que no s atraganten. La forma de conseguir esa masa pegajosa es como una celebración. Con un mortero gigante de madera y una maza se va golpeando el arroz y otra persona le va dando vueltas. Yo estuve dándole mazazos al mochi. Me dijeron que es muy interesante poder participar aquí de esas tradiciones porque en Japón, a no ser de ir a las zonas rurales ya no se pueden experimentar ese tipo de tradiciones. Después hubo conciertos de música tradicional, todos iban vestidos con la Yukata (la ropa tradicional de Japón). Participé en la ceremonia del té. Para cenar no sirvieron una caja con cuatro departamentos. Y una carta explicando cada cosa. Cada figurita hecha con la comida representa algo o es un deseo del nuevo año. La comida estaba hecha figuritas y era muy colorida. Me gustó verla, pero no comerla. A partir de enero ha empezado el segundo semestre y hemos rotado el horario. Ahora doy las clases a las 8.50 y a las 14.50. Tengo toda la mañana libre para acudir a las conferencias o hacer otras cosas. Ahora la Mizuan (invitada) que da las conferencias desde Namibia hasta Rio es Binka. Una mujer inglesa de 77 años (con vitalidad de 25) que lleva viviendo en la selva atlántica de Brasil más de 40 años. Es la directora d Iracambi, la ONG que trabaja para proteger los bosques y las poblaciones rurales e indígenas de la zona atlántica de Brasil. Sus charlas son muy completas e interesantes, además es una mujer muy cariñosa y con mucha vitalidad. Yo estaba preparando mi charla sobre modelos de paz y violencia en las favelas de Brasil para hacerla antes llegar a Rio de Janeiro, pero los traductores de español son pocos y estaban bastante liados estos días y la hemos dejado para después de Brasil. La pena es que Binka iba a presentar mi charla, y ella en Rio se baja del barco así que para cuando haga la charla ya no estará. Lo que fue muy divertido fue hacer juntos la clase abierta de portugués. Después los japonesicos se pensaban que yo tenía alguna relación directa con Brasil y no paraban de hacerme preguntas los días después sobre qué comer, donde ir, recomendaciones. Se pensaban que por haber dado la clase de portugués básico ya me sabía yo todo. Se quedaban despagaos cuando les decía que para mí era la primera vez en Brasil. os recuerdo que podeis visitar el blog de mi compañero de habitación para National Geographic: http://voices.nationalgeographic.com/author/jhincks/ Walvis Bay es una ciudad decorado más, como las que otras veces he sentido que estaba en Port Aventura. Quizá porque son lugares sin una historia forjada por sus habitantes. Son lugares que surgieron por la mercantilización en tiempos coloniales. Puertos para exportar las riquezas robadas. Por eso no hay una plaza, no hay edificios históricos, sólo hay casas relativamente recién construidas o reformadas dispuestas en una cuadrícula al lado del puerto. En el puerto las montañas de cobre y otros minerales estaban dispersas. No es un puerto de pasajeros, es un puerto de mercancías, de materias primas, de minerales. Los taxistas se amontonaban en la salida del puerto para regatear el mejor precio. Pedían 60$ por hacer el recorrido típico, otros 40$. Al final, y con mucha paciencia lo conseguí sacar por 25$. Nos llevaron en taxi a la duna 7. Es la duna más alta de África en el desierto de Namibia (es el desierto de la costa, no muy lejos del desierto de Kalahari). Estas dunas son tan altas porque los aires del interior y los de la costa hacen que la arena se acumule en esa franja, creando paredes de arena gigantes. Lo más divertido fue el descenso de la duna saltando cuesta abajo, era como estar sin gravedad. Después con el taxi fuimos Chris, Yuri, Nodoka y yo aSwakopmund, la siguiente ciudad al norte. Es una ciudad alemana en la costa de Namibia. Es increíble ver cómo todavía hoy, después de la colonización y la independencia de estos países, siguen mandando y enriqueciéndose los mismos y siendo pobres los mismos. Aquí los jefes de los hoteles, bares, empresas turísticas o cualquier empresa de exportación, son alemanes. Y los camareros, limpiadores, etc. son los trabajos para los namibios. Qué triste que en tu propio país no tengas la oportunidad de acceder a un trabajo cualificado o a disfrutar de los beneficios que generan los recursos naturales de tu tierra. Comimos al lado de la playa en un bar una pizza, bebimos cerveza de Namibia y después nos fuimos a ver los flamencos a Walbis Bay. Hacía mucho calor y no había nada más que hacer, así que nos fuimos a un hotel con wi-fi a usar skype y a beber cervecita fría. Los últimos días en el barco hemos celebrado el festival japonés de verano cuando pasamos el trópico de capricornio. Cantamos y bailamos canciones tradicionales, tocaron percusión tradicional, etc.
También tuvo lugar el ‘ultimo concierto de AYE en el que yo también toqué. Me gustó mucho compartir con ellos los ensayos y el día del concierto, a la gente le gustó. Es que la música es la herramienta más poderosa para unir a la gente, más que los idiomas. No hace falta hablar para sentir. Y es lo que nos pasó a los de AYE y a mí. No hemos pasado mucho tiempo juntos porque yo estoy ocupado con las clases, y sus horarios so diferentes. Pero el hecho de ensayar, tocar juntos, hace que nuestra relación sea tan intensa como la que tienen con los traductores que están todo el día con ellos. AYE es una asociación que dirige Bra K en Soweto. Esta ciudad está cerca de Johannesburgo y es conocida porque representa a barbarie del Apartheid. Fue una ciudad construida para negros que trabajaban en las minas de la zona. Por lo que hasta no hace mucho ha sido una ciudad deprimida por la injusticia social del régimen que separaba a blancos y negros, desde baños hasta piscinas o autobuses. Bra K, ahora un hombre mayor, sufrió esos días, y ya de adulto decidió crear una escuela de música para que los niños y niñas de Soweto, sin oportunidades laborales ni sociales, tuvieran al menos una vía de escape y quizá una profesión. Es lo mismo que hizo carlinhos Brown en Candeal o José Antonio Abreu Anselmi en Venezuela. Las adolescentes que han venido esta vez son Momo (violín segundo), Poppy (viola), Sizelo (chelo) y Dini (viola). Cada una con una historia personal diferente pero siempre cruda. Ahora que ya no están se las echa de menos. Las reuniones, las clases y la preparación de clases ocupan buena parte de los días de barco. En tres días llegamos a Namibia. Nochebuena en el mar, y navidad también , y trabajando L pero bueno, aquí es normal, nos regimos por los días que estamos en puertos como días libres, los días de barco son faena siempre. Y nunca sabemos si es lunes o jueves, sólo sabemos el numero. Navidades en el mar pues. Que lo paséis bien! Os echaré de menos. |
Carlos:Viajero, educador, contador de historias y siempre un aprendiz. Archivos
April 2018
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