Nos recibían en la terminal de la isla unos viejitos tocando música tradicional. Contratamos una excursión Joe, Cilla, Montse y yo. Nos bañamos con tiburones, dimos de comer a las manta-raya, nos dimos un masaje de arena, buceamos en el “coral graden” rodeados de cientos de peces de colores, corales de colores eléctricos. ¡Qué maravilla! De ahí, Aru, el conductor de la barca, nos llevó a una isla de unos 200m² donde vive su tío en un chambao. Abrió una sandía y troceó unos plátanos y los comimos disfrutando de las vistas. De ahí nos dio la vuelta a la isla principal y nos iba hablando de lo que veíamos: hoteles de lujo básicamente. Le pregunté y me dijo que dejan en impuestos en la isla el 20% de los beneficios. También nos señaló un cañón y un búnker de la II Guerra Mundial. Como dijo Montse “La de mierda que ha visto esta isla”. Entre la guerra, la colonización y las pruebas nucleares… el paraíso se llenó de mierda.
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De Pape'ete y la isla de Tahití puedo hablar bien poco porque pasamos el día en la isla de al lado: MOOREA. Playa, bucear con los peces de colores, y buscar, abrir y comer cocos mientras ojeábamos un libro de tatuajes tradicionales polinésicos.
Pasamos el día con Eric, un californiano de origen mexicano que conocimos por la calle en Pape'ete y se vino a pasar el día con nosotros a este paraíso radioactivo. De Perú a Rapa Nui tuvimos como experto invitado (mizuan) a Sergio, un rapa nui que trabaja en el departamento de conservación de flora del parque nacional Rapa Nui, además forma parte del grupo de avistación de aves, del grupo de canoas tradicionales, y es miembro de la ONG Toki para la conservación de la cultura local. La verdad que sus charlas estaban serían más entendibles en un congreso de flora o fauna, pero para un público general se hacían muy pesadas. La gente estaba más interesada en aspectos culturales que no en especies endémicas. De todos modos el tipo era agradable y siempre un gusto compartir con él una birra o un bol de rame. En este trayecto ha empezado el último semestre de clases y tengo menos intensivas (me quedan 5) y menos clases abiertas (me queda sólo una más!). Así que tengo más tiempo libre para asistir a conferencias, talleres, ir a la piscina, etc. El otro día di por fin mi charla sobre tipos de violencia y modelos de paz en las favelas de Brasil. Fue un proyecto de la universidad que hice con mi compañero de clase Sergio para la clase ‘discursos audiovisuales y cultura de la paz’ en la UJI. Ahora de Rapa Nui a Papeete tenemos a Gabi (58 años), un activista por la cultura polinesia que no explicará más sobre la historia reciente de Rapa Nui y Tahití. Ayer cenamos con él y el tipo es muy auténtico. Es un lujo conocer a un personaje tan influyente en la región del Pacífico. Fue el primer indígena polinesio en sacarse un doctorado. Da conferencias en la ONU, ha tenido reuniones con presidentes de EEUU, con Mandela, con el Dalai Lama. Siempre con su sonrisa, su pareo y sus pies descalzos (nunca lleva zapatos, ni en la ONU). Es bastante pesimista sobre el futuro de Rapa Nui. No entiende por qué ellos mismos se aíslan en lugar de reconstruir sus lazos con la región polinesia, que es donde Rapa Nui pertenece culturalmente. Nos contaba que el año pasado fue con el presidente de Nueva Zelanda a Rapa Nui para ofrecer becas y crear una conexión con los estudiantes para que a partir de ahora en lugar de estudiar en Valparaíso o Santiago de Chile fueran a las Universidades de Nueva Zelanda, donde se puede estudiar la cultura Maorí (polinesia). Dice que nadie se presentó a la reunión. Nos contaba también cómo en cinco años en la isla los rapa nui han pasado de ser mayoría a minoría. El gobierno de Chile quiere poco a poco ‘chilenizar’ la isla y acabar con la cultura milenaria rapa nui. “Y ellos mismos no se dan cuenta”. Gabi aboga en a largo plazo por la independencia de la isla respecto al estado chileno, y a un corto plazo por la autonomía, que puedan tener un gobierno local. Cada año la Isla de Pascua recibe 75.000 turistas, y los isleños son 5000. Podrían sólo con el turismo ser independientes y ricos. Pero el dinero se va a Chile y bien poco les retorna. “Pero a ellos les da igual, no saben ni cuánto dinero se va, ni cuanto vuelve, sólo les interesa bailar y el ukelele”. Decía con frustración. Nosotros le decíamos que debería buscarse un socio local, rapa nui, para reeducar allí a los isleños, no ‘el que es un extraño para ellos. Y que quizá con el tiempo volverían a buscar sus raíces polinésicas y serían ellos mismos los que demandaran su autonomía. Pero no hay tiempo, el gobierno chileno trabaja ya en la otra dirección. Las islas de la Polinesia todavía son colonia francesa, pero gracias a la presiones de Hiti Tau (la ONG que fundó Gabi) ante la ONU, ésta las ha incluido en los territorios que deberían descolonizarse en los próximos años. Gabi fue el primer activista en organizar protestas contra las pruebas de bombas nucleares de Francia en la Polinesia, la última fue en 1995. Como protesta quemaron el aeropuerto de Papeete, la conexión principal de Francia con su colonia. Los tres campos de acción de Hiti Tau son la lucha antinuclear, la independencia de la Polinesia y la recuperación de la cultura y economía local Maorí. Esta tarde es su primera conferencia. Entre tanto está habiendo un montón de talleres y charlas sobre gestión del tiempo, acortar la brecha entre tu vida ideal y tu vida diaria, conservación de tiburones y océanos, modelos educativo alternativos en el mundo, identidad, etc. Un lujo tener el tiempo y el espacio para poder repensar sobre estos temas. {Nota: Rapa Nui es el nombre de la isla, de los isleños y de la lengua}.
El barco estaba anclado frente a la isla el 4 y el 5 de febrero y se hicieron dos grupos de gente para visitar la isla. Un grupo un día y otro grupo otro día. Los voluntarios estábamos en el segundo día. Así, que el primer día lo pasamos de la piscina al jacuzzi con vistas a la Isla de Pascua. La noche del 4 subió al barco un grupo de jóvenes rapa nui. No son profesionales pero lo hacen muy bien. Tocaron y bailaron música tradicional rapa nui en el teatro del barco. A la mañana siguiente, en el desayuno, no juntamos con Ana y Kia. Ana nos hizo una pequeña sesión reiki con cuencos tibetanos. A las 11h nos tocaba bajar a la isla. Como un explorador, como en Jurassic Park, así es como se siente uno cuando llega a la Isla de Pascua. Llegamos a la isla como lo hicieron los primeros pobladores, por la playa de Anakena. La isla tiene aeropuerto, que por cierto, ha sido bastante impactante para ellos de pronto tener ese flujo de gente. Para bien y para mal. Turismo es l nueva espada de doble filo. Como decía, la isla tiene aeropuerto pero no tiene puerto. Peace Boat atracó frente a la playa, y las barcas de los pescadores venían a buscarnos para acercarnos a la orilla de la playa. En la misma playa de arena blanquecina las palmeras, el sol y un altar con Moais nos recibían. De ahí acordamos con Luis, un joven taxista local, que por 140dolares lo teníamos con nosotros todo el día. Normalmente ese el precio que cobran por un turista, no por cinco. Pero la gente se embelesa cuando les contamos nuestra historia. Fuimos Chris, Gustavo, Ian, Alda y yo de excursión por la isla. El lugar que más me impresionó fue la cantera RanoRaraku donde se pueden ver Moais a mitad de esculpir, y otros medio enterrados. Es un lugar misterioso entre mágico, por l soledad de esas caras semienterradas, y real, como si los trabajadores se hubiesen ido a almorzar y hubiesen dejado la faena a mitad. Desde la cantera se ven los 15 Moais de Tongariki. Mientras comimos una empanada gigante de atún y queso, vimos el inicio de la competición de surf dentro del festival anual de Rapa Nui. Es surf tradicional, primero compiten a nado imitando a las tortugas, y después surfean con la embarcación tradicional que es como un manojo de cañas atadas. Los competidores, todos tatuados con motivos polinésicos, con el moño, el tanga tradicional y las piernas untadas con barro. Tuvimos tiempo a final del día de bañarnos en Anakena. Volvimos otra vez en barca al barco. NOTAS SOBRE RAPA NUI: Rapa Nui es la isla habitable más remota del mundo. Chile está a 3700Km y las islas Pitcairn a 2100Km. Tiene 106 Km2 en forma triangular, y 887 Moais repartidos por las costas de la isla. La isla, junto con Hawaii y Nueva Zelanda forma el triángulo polinésico. Se calcula que los primeros pobladores llegaron en el año 900 dC a esta isla con bosques subtropicales, y el explorador holandés encontró la isla el día de Pascua (5 de abril) de 1722 yerma y seca. Esa era la primera vez que los Rapa Nui tenían contacto con otra cultura. Eso es lo que los ha hecho tan auténticos: el aislamiento. Los Moai son esculturas de unos 4 metros (el más grande mide 21m) y pesan unas 10 toneladas, que representan a antepasados de altolinaje de los clanes de isla. Se asientan sobre Ahu, los altares, que pueden pesar de 300 a 900 toneladas. La isla se dividía en 12 clanes que se repartieron el territorio de costa a interior como un pastel. Entre clanes se competía por ver cual tenía más moais en su territorio. Dado el tamaño y el número de deAhu y Moais, la labor de construirlos aumentó un 25% las exigencias alimentarias d la población durante los 300 años de construcción principal. Se requería alimentar a los constructores, y además se necesitaban muchas sogas y tronco para el transporte y montaje de las esculturas. Esto, junto con las características geográficas y climáticas de la isla, causaron la deforestación. Es increíble que el fervor religioso y la competencia lleven al autosuicidio de una sociedad. En 1838, cinco agujereadas canoas se acercaron a un barco francés y los Rapa Nui repetían ‘Miru’. Es el nombre de la madera con la que los polinesios construían sus canoas. La falta de madera produjo un cambio total en los usos y costumbres de la sociedad Rapa Nui, hasta el punto de llegar al canibalismo. Sin canoas no podían pescar atunes. La crisis social llevó a un levantamiento militar que derrocó el poder de jefes y sacerdotes, y con ellos cayó la antigua religión. Los clanes rivales, ahora en lugar de competir por construir más Moais, se dedicaban a tumbar los d los clanes rivales. Cuando en 1774 el capitán Cook llegó a Rapa Nui encontró a unas “gentes pequeñas, enjutas tímidas y pobres”. En 1868 no quedaba ni un Moai en pie. Los propios isleños destruyeron la obra de sus antepasados. Ahora el orden político se llevaba a cabo mediante la ceremonia del hombre pájaro. La última ceremonia se celebró en 1867. En 1862 un barco d esclavos peruano raptó a 1500 isleños. En 1864 y 1870 hubo epidemias de viruela traídas por los occidentales a la isla. En 1872 quedaban en Pascua 111 isleños. De los 30000 que hubo en su momento culminante. En 1870 comerciantes europeos llevaron ganado ovino a la isla y reclamaron la propiedad de la tierra. En 1888 el gobierno de Chile se anexionó la isla y una empresa escocesa con sede en Chile gestionó el ganado. Confinó a los isleños en una aldea y los obligó a trabajar para la empresa a cambio de productos, no de dinero. El suelo de la isla se sigue empobreciendo por el pastoreo. En los 60 la isla recobra el orgullo cultural y se estimula la economía turística. He explicado todo esto de las fechas para ver que realmente los cambios han tenido lugaral final del s.XIX, y XX, hace nada. Por eso llegar a la isla todavía hoy, es como volver a explorarla y puedes ver cómo el trabajo de recuperación de lo autóctono todavía está en proceso y es muy incipiente. Hay programas de reforestación, en el 2000 se empezó a enseñar rapa nui en la escuela, se educa a la juventud en valores tradicionales, etc. Para saber más de Rapa Nui os recomiendo leer el capítulo 2 del libro ‘Colapso’ de Jare Diamond. El capítulo se llama “Crepúsculo en Rapa Nui”. Llegamos a Callao, y en taxi escapamos a Lima, está a unos 20min por la autovía de la costa verde. Nos dejó en la puerta del apartamento de Rb&b en la calle Las Dalias de Miraflores, en Lima. A mí me parecía estar en Miami, más que en Lima. Casinos, hoteles de lujo, restaurantes de diseño, calles limpísimas, jardines, fuentes… Alquilamos el apartamento por 25$ cada uno los cuatro días; éramos Ian, Keiko, Jewels, Cilla, Chris y yo. Fuimos a comer y después con Samu, el amigo peruano de Chris paseamos al mercado del barrio más al norte de Miraflores. Es un barrio popular, que ya tenía un sabor más real y menos de anuncio de televisión. Compramos fruta pa’ enterrarnos, y cada uno compró ingredientes para preparar un plato estos días. Yo compré papas, huevos y aceite de oliva para hacer la tortilla de patatas. Volvimos a casa y ya sólo hicimos cosas tan normales y que echábamos tanto de menos como hacer la siesta en el sofá con la tele encendida sin hacerle caso. Hacer viajes a la nevera y elegir lo que quieres picotear, sin que venga troceado y racionado en un cuenco. Conectarte a internet sin tener que pagar 22euros la hora. Tender una lavadora en el terrao. Nosotros, gatos de los mares del sur, ahora, en Lima somos peces de ciudad. Qué bueno poder volver a disfrutar de la cotidianeidad! Nos encantó volver a disfrutar de esas pequeñas cosas de la rutina del día a día. Por la noche Chris preparó 3 sopas para cenar (una de quinoa, otra de coco y otra de verduras) y de pronto fue como si viviéramos allí toda la vida. Sonó el timbre y empezaron a llegar las visitas. Llegó Joe (mi compi de habitación) y Kay (una compañera traductora) acompañados de Renzo, un chaval que habían conocido esa tarde en un parque mientras hacía slack line. Al rato Montse y un amigo mexicano de la universidad, que a su vez venía con dos amigas argentinas. Todos cenamos sopa, y después Renzo improvisó unas rimas. Salimos a tomar unos pisco sours por la zona del parque Kennedy y estuvimos charlando con gente que conocimos todo el tiempo. Al día siguiente salimos a correr por el malecón de Miraflores y después fuimos de paseo a Barranco, el barrio bohemio de Lima. De camino nos topamos con el Museo de Arte Contemporáneo de Lima y entramos. Había una muestra de fotos de LaChapelle. En Barranco fuimos a comer al restaurante de una amiga de una amiga de Chris. El lugar al que fuimos se llama Local, y es una cafetería, tienda de ropa de segunda mano y restaurante vegetariano- ecológico en una casona colonial. Comimos probablemente mejor que en ningún otro lugar en el viaje. Papas a la huancaína, ensalada de quinoa, pollo al comino, hamburguesas de lentejas y manzanilla con miel y limón para beber. Después fuimos en taxi a Pueblo Libre, el barrio donde había quedado con Ingrid, una compañera peruana de Jarit (Ruzafa). El taxista nos puso un CD de poemas musicalizados de Nicomé. Ingrid y Raquel estudiaron en la UJI el máster de estudios para la Paz con Eloísa, también profesora mía en la carrera. Y las dos, después de vivir en Valencia y Castellón viven y trabajan en su Lima natal en ONGs. Nos llevaron a una bodega típica del barrio y estuvimos bebiendo vino, pisco sour y comiendo tapas mientras charlábamos. Nos despedimos de Raquel, que al día siguiente iba a la selva a dar un cursillo a una comunidad indígena sobre resolución de conflictos. Con Ingrid quedé para volver a vernos. Al día siguiente cada uno hizo su marcha. Yo me fui a visitar el centro histórico de Lima. Ignoraba que el centro fuera tan grande y estuviera tan bien cuidado. Palacio, casonas, la catedral, conventos, iglesias. En la comida compartí mesa en un bar de menú con un hombre del norte que había trabajado seis años, casualmente, en un barco mercante. Comí papas a la huancaína y seco a la norteña (carne). Después de visitar los monumentos, alguna exposición y pasear, a eso de las 17h llegué a la plaza San Martín, y allí me encontré con dos grupos de debate de trabajadores. Me acerqué y estuve charlando un rato con algunos de ellos. Me quedé un rato sentado, dibujando, viendo a la gente pasar, y al rato ya llegó Ingrid. Paseamos por algunas calles donde hay grafitis y después fuimos al bar del hotel de la plaza San Martín a tomarnos el que según dicen, es el mejor pisco sour d Lima. Por cierto, este hotel desde hace años es una cooperativa de trabajadores, como los casos de Buenos Aires que me contaba María de empresas recuperadas por trabajadores. Además, en ese hotel Joaquín Sabina compuso el tema ‘peces de ciudad’. De vuelta a casa, teníamos visita de otros compañeros (Akino, Satoko, Kristin, Remco, Moe y Kenta). Había un montón de comida y bebida. A la mañana siguiente fui al Museo de la Nación, en el mismo edificio que el Ministerio de Cultura, que me recordaba a los edificios del Southwalk de Londres, a ver la exposición: ‘Yuyanapaq, para recordar’ (quechua, español). Es una muestra de fotoperiodismo de los años del terrorismo en Perú. Del 80 al 2000. De cómo las ideas de Sendero Luminoso tiñeron de sangre de indígenas los campos peruanos, y en Lima, sin saber nada. Hasta que los regueros de sangre les mojaron los camales. Después llegó la dictadura de Fujimori, y ahora de nuevo un gobierno democrático. A la vuelta el taxista me preguntaba por España, yo le dije que estaba bien jodida. En casa cociné la tortilla de patata, hicimos las mochilas y para Callao en un sueño colectivo. Nada más llegar me eché a dormir la siesta. Al rato venga sonar el teléfono y yo entre mí pensaba ‘qué pesaos, que me dejen estar’. Luego, al final la puerta. Abrí, y estaba Remco y Eiko y me dicen “Carlos, el barco no se puede ir hasta que no devuelvas el pasaporte en recepción”. Liada: se me olvidó devolver el pasaporte antes de las 18h, y eso que llegamos a las 16’30, pero me fui a dormir. Eran las 19h, y los de inmigración tienen que poner los cuños de salida del país, luego se bajan del barco, y después zarpamos. Pero faltaba mi pasaporte. Normalmente no sacamos los pasaportes, pero como esta vez eran cuatro días. Por eso se me olvidó. No sé si es que no era para tanto, o no era el único, o ya se han acostumbradoa mi reloj relativo, pero no me han regañao ni penalizado. |
Carlos:Viajero, educador, contador de historias y siempre un aprendiz. Archivos
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