Desde la cubierta 11 del barco, Montevideo nos daba la Bienvenida. Pasee por las calles de la ciudad vieja con Joe (mi compañero de habitación). Calles en cuesta nos llevaban a lo alto del barrio desde donde se podían ver las aguas marrones del río de La Plata. El barrio viejo respira historia. Viejos palacetes y caserones coloniales abandonados, desconchados y con plantas silvestres hablan del pasado poderoso de la ciudad vieja. En uno de esos caserones estaba el centro cultural – taller La Vieja Telita. Es un taller de esculturas sonoras. Llegamos a la Plaza principal donde está el edificio de La Presidencia (donde Mujica tendrá) sus reuniones, el teatro Solís que asoma por detrás, algunos hoteles y el que un día fue el edificio más alto de Sudamérica. De esta plaza arranca la gran avenida 18 de julio. Cambiamos dinero a pesos uruguayos en el casino y fuimos a comer al restaurante Danubio, que nos recomendó un señor por la calle. Entrecot, lomo y vino tinto argentino. Después de comer yo me fui a mi aire a pasear por las calles de la ciudad con sus baldosas rotas y las gotas de los aires acondicionados cayendo en las aceras. Visité una exposición de arte contemporáneo en el centro de exposiciones SUBTE. En una de las placitas encontré a tres músicos argentinos (ukelele, guitarra y cajón) que tocaban cumbia. “Como hacemos para subirnos a ese barco!” me decían. Bajé calle abajo en busca del Café Brasilero, un café histórico de la ciudad donde Eduardo Galeano suele ir. Pero estaba cerrado. Seguí el paseo y encontré el Centro de Cultura Española de Montevideo (CCE), el Centro Gallego (primera institución gallega del mundo dice el letrero), pero también estaban cerrados. Llegué al paseo del río donde la gente se bañaba, otros tomaban mate al sol, el ambiente era muy agradable. Había un gran mural, me acerqué a verlo y había una placa que explicaba que ese mural-grafiti lo habían realizado diferentes colectivos de la ciudad, dando vida a esa aburrida pared de un almacén. El hecho de que la acción se llevo a cabo con gente de la ciudad hace que lo sientan suyo y todos respetan ese mural (no hay grafitis encima), además de generar cohesión y dinamismo social. El mural, la legalización de la marihuana en Uruguay y el edificio del centro de diversidad sexual, me hizo pensar que a mayor libertad, diversidad y empoderamiento civil, mas ricaes una sociedad. Al poco de seguir paseando escuchaba una timbalada a lo lejos, me acerqué, entré al patio donde estaban ensayando. Era una comparsa de carnaval: Integración es el nombre de este grupo que es una de las 50 comparsas de la ciudad. En sus timbales tienen pintado el mapa de África que simula el perfil de una mujer y los ritmos son evidentemente de origen africano. Lo músicos de esta comparsa trabajan por la igualdad de la personas independientemente de su color de piel. Quería entrevistar a Héctor, el organizador de la comparsa, pero estaban ensayando y me dijo “vuelve mañana, es que ahora estoy laborando”. Pero mañana yo ya no estaba allí. Ya era hora de volver al barco e irnos hacia la Patagonia.
0 Comments
Leave a Reply. |
Carlos:Viajero, educador, contador de historias y siempre un aprendiz. Archivos
April 2018
Categorías
All
|