Algunas veces suelo recostar, mi cabeza en el hombro de la luna (09/01/15) Buenos Aires, Argentina11/1/2015 Abrazos en la terminal de pasajeros del puerto de Bueno Aires… ¡María! Fuimos por la calle Florida a cambiar dinero (1$-12pesos). Me parecía estar en la calle preciados de Madrid. Cruzamos la diagonal y me parecía estar en la Vía Laietana de Barcelona. Llegamos a la plaza de mayo. Visitamos por encima la catedral, el cabildo, la casa rosada y lo pañuelos de las madres de mayo pintados en el suelo. De ahí pasamos por el café London, donde Cortázar escribía. Nos tomamos por la zona un Quilmes (la cerveza de Argentina) y unas empanadas. Paseamos por las calles y nos encontramos con ‘el mercado de la resistencia’ y de fondo sonaba Sabina. Ya me sentía como en casa. Qué emoción escuchar a Sabina y saber que la gente que lo está escuchando también lo está sintiendo. Es la primera vez desde que salí en avión de Madrid que estoy en una sociedad donde entiendo todo lo que se dice y cómo s dice, donde puedo hablar sin pensar, escuchar la música y emocionarme y bromear sabiendo como reaccionarán los que escuchan. El mercado se llamaba así porque eran vendedores callejeros que fueron expulsados de las calles por el gobierno d la ciudad. Gracias a su perseverancia consiguieron que el nuevo gobierno local les ceda y pague el alquiler de ese bajo en el centro de la ciudad, y ellos poder vender sus artesanías. De ahí nos despedimos de mis compañeros y me fui con María a descubrir su Buenos Aires. Pasamos por el Congreso, y llegamos a las librerías de la calle Corrientes. Almudena Grandes, Javier Marías, Cortázar y otros autores se mezclaban por las estanterías. María me regaló un libro de César Aira. Me da la impresión de que aquí la gente ama la lectura, se cuidan mucho a sus autores y hay librerías y puestos d libros de segunda mano por muchas calles. De ahí nos fuimos a casa a preparar la comida. Por fin una comida casera, un sofá de casa, ¡todo de casa! Conocí a María José, una de las compañeras de piso María y comimos los tres junticos. Después cogimos las bicis y nos fuimos los dos a dar vueltas por Palermo hasta llegar a los bosques de Palermo, así se llaman los parques de la zona. Me encantó descubrir la ciudad en bici. La bici le da un ritmo a la ciudad muy especial. Pasamos por tiendas de ropa de segunda mano, tiendas de hispters, bares muy modernos. En los parques la gente corriendo, patinando bajo un sol alegre. Volvimos a dejar las bicis y dimos un paseo por el barrio, que tiene unos bares y cafés muy bonitos. Nos tomamos un helado de dulce de leche. Me compré un choripán para cenar en el barco y nos fuimos en subte al obelisco. De ahí un taxi al puerto. Le enseñé el barco a María en 10 minutos y nos abrazamos. Me sentí tan cómodo en Buenos Aires que también quiero volver. Un día.
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Carlos:Viajero, educador, contador de historias y siempre un aprendiz. Archivos
April 2018
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