En este puerto los profesores teníamos que “trabajar”. La actividad se llamaba ‘Get Challenge Singapour’ y consistía en ser el mediador de un grupo de estudiantes durante el día en Singapur e intentar que utilizaran el inglés para comunicarse entre ellos y con la gente de la ciudad. A mí me tocó un grupo con cuatro jubilados que ya habían estado en Singapur unas cuatro veces, así que ellos me guiaban a mí. Tomamos un té en el centro comercial del puerto para planificar la ruta del día. Fuimos a Orchiard Road, pero podría llamarse Fifth avenue, Oxford Street, Shibuya o cualquiera de esas calles que son iguales en todas las grandes ciudades: centros comerciales uno detrás de otro.
Después fuimos a Little India. Paseamos por los mercadillos callejeros, y entramos al templo y casualmente estaban en mitad de una ceremonia. Para mí fue muy significativo ya que me transportó a mi India, a mi Tamil Nadu de los templos, las flores, los inciensos, los colores, las miradas. Aunque mis estudiantes estaban un poco incómodos, se sentían inseguros y enseguida se quisieron ir. No quiero que suene raro, pero me dio la impresión de que los sacas de la burbuja de confort que es Japón, y se cortocircuitan y no saben cómo actuar. La idea era comer en Little India, pero decidimos ir a Chinatown. A parte de unos jardines bien bonitos, Chinatown es el ‘todo a 100’ de Singapur. Lleno de puestos de suvenires y cosas de plástico baratas. Comimos en una planta baja de la estación de metro que estaba llena de restaurantes chinos bien ricos y después paseamos y nos tomamos un helado en una terraza mientras íbamos de camino al Merlion. Es la estatua representativa de la ciudad, y es bastante fea: es una sirena+león que tira un chorro de agua a la bahía de la ciudad. Pero es una buena excusa para pasear por la zona moderna de la bahía, llena de rascacielos, hoteles y jardines. De allí volvimos a la terminal del puerto y junto con los compañeros nos fuimos a tomar unas cervezas y a usar wi-fi. De Singapur me encantó la mezcla cultural: conviven tamiles (indios), malayos, chinos y occidentales. Además esa mezcla se refleja en la arquitectura; cuando sales del metro en Little India, estás en la India (con las calles limpias y sin vacas), cuando vas a chinatown, puedes imaginar una calle comercial en Beijing, y en la bahía o las otras zonas comerciales es como estar en occidente. Todo en la misma ciudad. Y en la gastronomía también puedes disfrutar de esta interculturalidad. Un aspecto que no me gustó mucho fue la lista interminable de reglas y cosas prohibidas que anulan la espontaneidad o la creatividad de todas esas culturas que forman Singapur. Al entrar al metro hay un panel con señales de ‘prohibido’ que si lo lees todo pierdes el metro. No significa esto que para poder convivir se tengan que crear reglas tan estrictas, porque por ejemplo en Isla Mauricio también viven diferentes culturas, y no tienen reglas para todo. Lo que sí es cierto es que los países con mezcla cultural son más prósperos económica y culturalmente. Singapur es uno de los centros mercantiles más importantes de Asia, e Isla Mauricio es la segunda economía de África después de Sudáfrica.
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Carlos:Viajero, educador, contador de historias y siempre un aprendiz. Archivos
April 2018
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